Despertar para poder soñar
Cuando reparo en el caso de Gisèle Pélicot, drogada y dormida por su marido para disponer de su cuerpo como mero objeto de goce, destinado al usufructo de al menos medio centenar de hombres a lo largo de muchos años, pienso que es difícil encontrar otra figura que mejor se adapte al tipo de “relación