El imputado y el aprendiz

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Con Ivan Duque terminan cuatro años desastrosos para Colombia. El “aprendiz” deja el país sumido en una grave crisis social y económica; varias guerras recicladas nacidas del incumplimiento sistemático del Acuerdo de Paz (según el CICR ahora tenemos seis Conflictos Armados No Internacionales); una fractura social enorme por cuenta del manejo represivo a los estallidos sociales; y una estela de ataques contra la independencia de los poderes públicos, con el progresivo desmonte del Estado de Derecho que ello implica. Por éstas razones, en la segunda vuelta presidencial de éste domingo 19 de junio se juega mucho en Colombia: ¿elegimos un nuevo «aprendiz» o damos un timonazo que le de a Colombia una “segunda oportunidad sobre la tierra”?.

Para mi la respuesta es obvia, y quiero compartir algunas reflexiones con la pretensión de invitarles a votar con entusiasmo para no seguir por el camino que ha trazado Iván Duque pero, sobretodo, para alertar sobre el enorme peligro que implicaría un eventual gobierno de RH: un sujeto que está imputado por la justicia y se ufana de “limpiarse el culo con la ley”.

¿Dirigir el Estado promoviendo la ilegalidad?

Empecemos por lo obvio. Alguien que le dice a sus subalternos que “se limpia el culo con la ley” y no le importa si una conducta es “legal o ilegal”, simplemente no es apto para ser jefe de Estado. Entre otras cosas, porque la persona que aspire a este cargo está obligada a actuar de conformidad con la ley y hacerla respetar. ¿Qué podemos esperar de alguien que reconoce su disposición a actuar de ésta manera si de obtener un beneficio se trata?. 

El señor Hernández reconoce que ésta conducta hace parte de su filosofía de vida y la justicia colombiana confirmó la veracidad de ésta “confesión”. El candidato en cuestión ha tenido más de 200 procesos en la Procuraduría General de la Nación y actualmente está “imputado” en dos causas penales porque la Fiscalía reunió suficientes pruebas y testigos que demostrarían que actuó como “determinador” de un gran entramado de corrupción. Así las cosas, el candidato está a la espera de responder ante la justicia o de recibir votos suficientes para salirse con la suya. Lo grave no es sólo que, a través de la elección, intenta evadir la justicia sino que probablemente sería suspendido del cargo una vez sea condenado, ¿imaginan la zozobra social e institucional si el presidente llegara a ser suspendido de sus funciones en el marco de un juicio por corrupción?. Un desastre que nos debería incentivar a hacer lo posible para impedir su victoria.

Tampoco es un tema menor que el candidato “imputado” se haya declarado ferviente admirador de Adolfo Hitler. Y es escandaloso al menos por tres razones: en primer lugar porque cualquier desprevenido sabe que el genocida alemán fue el cerebro de un Sistema Masivo de Exterminio de personas, y declararse su admirador sólo puede implicar una amenaza para la vida de los y las colombianas; en segundo lugar porque cualquier estadista que aspire a dirigir el gobierno sabe que es una torpeza infantil enemistar con el Estado y la sociedad Alemana que tiene altamente penalizada la apología al regimen nazi; y, en tercer lugar, porque al hacer pública su admiración por Hitler está incurriendo en un delito contemplado en el artículo 102 del Código Penal Colombiano que impone pena de prisión entre 96 y 180 meses a quien haga “apología al genocidio”. Es terrible por donde se mire.

Mención aparte merece el desacato del fallo de tutela que ordenaba a los dos candidatos asistir al menos a un debate antes de las elecciones. El señor “Hernandez” también decidió “limpiarse el culo” con el fallo judicial y “poner reglas” para cumplirlo. Parece no saber que los fallos de los jueces se acatan, no se discuten o se condicionan. Si así actúa como candidato ¿qué comportamiento podemos esperar si ostenta la presidencia?. Si no está dispuesto a debatir para exponer sus ideas de cara a la ciudadanía, o a acatar los fallos de la justicia, definitivamente no es apto para gobernar en una democracia.

¿Un ignorante “orgulloso”?

Ahora bien, no sólo el desprecio por la ley y las instituciones -así como la posible comisión de numerosos delitos- son antecedentes suficientes para que el señor Hernandez no sea merecedor del voto ciudadano. Su abierto y “orgulloso” desconocimiento del Estado es hilarante. Se ufana de no saber cosas como “hacer una ley”, confesión que sería irrelevante si se tratara de ud o de mi, pero que resulta gravísima proviniendo de alguien que aspira a dirigir el Estado. ¿Cómo puede hacer un buen gobierno alguien que reconoce no tener ni idea de la forma en que funcionan las instituciones?. 

Y es que el “candidato imputado” no sólo desconoce elementos básicos del funcionamiento del Estado, también ignora asuntos centrales de la diplomacia y las relaciones internacionales de Colombia: confunde a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con la Organización de los Estados Americanos (OEA) y, como si fuera poco, afirma que entre las primeras medidas de un eventual gobierno suyo, estaría la declaración de la conmoción interior para cerrar numerosas embajadas colombianas en el mundo, sin dimensionar lo que ésto significa para las relaciones internacionales y los derechos de miles de colombianos y colombianas que viven en el exterior. La eventual elección de RH implicaría unas relaciones internacionales caracterizadas por la incapacidad diplomática y el aislamiento internacional con el impacto económico que ello significa.

Pero la ignorancia que el “candidato imputado” presenta con orgullo, no se reduce al funcionamiento y la estructura del Estado o de la comunidad internacional; también abarca temas álgidos que están en el centro del debate político en Colombia. Por ejemplo, su propuesta de “regalar droga” a los consumidores sólo puede resultar de un profundo desconocimiento del debate nacional e internacional acerca de la necesidad de “regular” el mercado de las drogas desde una perspectiva de Salud Pública ¿Cómo va a conseguir la droga que quiere regalar? ¿La va a comprar a los carteles del narcotráfico?. En otra respuesta asombrosa, el imputado dijo que no sabía que era el “ESMAD” (Escuadrón Móvil Antidisturbios), cuando la discusión en torno a la reforma o eliminación de esta fuerza policial ha estado en el centro del debate público luego del Paro Nacional. Básicamente desconoce a la fuerza pública que aspira a dirigir. 

Ni qué decir de su propuesta de sustituir el IVA de 19% por un “IVA no descontable” del 10% que -en la vida real- equivaldría a aumentar el impuesto al 24%, según confirmó el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana. Estos temas son apenas la muestra de un botón para ilustrar la profunda demagogia e ignorancia que se esconde tras la imagen de “bonachón” y “frentero” que nos han querido vender del señor Hernandez.

Un salto al Siglo XVIII

Pero la cosa no para ahí. No se trata sólo de su “orgullosa” inclinación por la ilegalidad, o de su “chavacan” desconocimiento del Estado y los problemas del país. Se trata también de lo que políticamente representa para los derechos y las libertades en Colombia. Sin sonrojarse, el señor RH, le propone al país un salto de regreso a lo peor del Siglo XVIII:

En primer lugar, considera que las mujeres en Colombia deberían renunciar a su libertad y a sus derechos, que se olviden de la política o de la universidad. En su opinión, el único lugar concebible para las más de 20 millones de mujeres que hay en Colombia es la cocina, hágame el favor. Le pregunto a los y las lectoras si consideran como una opción sensata este regreso a la caverna. No es un asunto estético o de “franqueza”, el señor RH es un misógino antiderechos que, si pudiera, le quitaría a las mujeres el derecho al voto. 

En segundo lugar, quiere eliminar de un tajo las conquistas laborales que le han costado varios siglos de lucha a la humanidad. Ahora resulta que deberíamos trabajar 10 horas diarias, sin aumento salarial y sólo con media hora de almuerzo. Esto no tiene que ver con fomentar el “espíritu de trabajo” sino con refundar viejas condiciones esclavizantes propias del capitalismo en ciernes del siglo XVIII. Parece ser que nadie le ha contado al “imputado” que el derecho a 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de recreación sólo podría ser puesto en duda por la mente de un tirano premoderno.

El “candidato imputado” es un cóctel que reúne todos los ingredientes necesarios para la catástrofe democrática y que nunca, bajo ninguna circunstancia, deberían caracterizar a un jefe de Estado: Desprecia la ley y se burla de ella buscando el beneficio particular; es misógino y anti-derechos; admira a Hitler; desconoce profundamente el funcionamiento del Estado; representa la filosofía del “camino fácil” y el desparpajo de la cultura mafiosa que tanto nos urge superar como sociedad. ¿Qué podría salir mal? La respuesta es obvia: TODO. Estamos a tiempo, detengamos esta amenaza en las urnas.

Este 19 de junio votaré por Gustavo Petro y Francia Márquez en la segunda vuelta presidencial. Lo haré porque considero que ofrecen un programa viable para poner a Colombia en el camino de una sociedad productiva, equitativa y cimentada en el conocimiento; pero también lo haré porque considero altamente peligroso que una persona como Rodolfo Hernandez (el candidato de Pastrana, Gaviria, Uribe, y de Duque el «aprendiz») tome las riendas del país por las razones que ya he expuesto. No permitamos que “el imputado”  nos arrebate lo poco que Ivan Duque va a dejarnos de Estado de Derecho.

Cristian López

*El contenido de esta columna expresa la opinión personal del autor y no compromete la postura editorial del CIPADH

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