El pasado 19 de junio se movió, luego de muchas décadas, el péndulo de la historia política en Colombia. El agotamiento de la sociedad con un modelo político y económico que ha desatendido los intereses y necesidades de las mayorías llevó a Gustavo Petro y Francia Marquez a la Casa de Nariño. Esta dupla llega con la promesa de generar cambios estructurales que nos conduzcan a la Paz Total sobre la base de la justicia redistributiva, restaurativa y climática. Como es previsible, no será una tarea sencilla y, mucho menos, expedita. Se enfrentan al reto de poner en marcha un ambicioso plan de gobierno que le permita al Estado desarrollar las fuerzas productivas de la nación; recuperar y ejercer el monopolio de la fuerza y la tributación; democratizar la propiedad sobre la tierra; reformar la doctrina de las Fuerzas Militares; introducir la reforma política, entre muchas otras.
Como si ésto fuera poco, a la tarea se suma el empeño urgente de reconstruir lo que Ivan Duque se dedicó a destruir durante cuatro años a punta de bravuconadas que resultan inversamente proporcionales a su insignificante estatura política. Las relaciones con Venezuela, por ejemplo.
Y es que las ruinas que deja Iván Duque saltan a la vista con cifras de todos los calados. Por el lado de la economía, Gustavo Petro recibe a Colombia con un déficit fiscal de 83 billones de pesos; una tasa de desempleo del 10,6%; un déficit en la balanza comercial de 1.732 millones (FOB); y una deuda pública externa de 101.557 millones de dólares que obligan al próximo gobierno a implementar con urgencia una reforma tributaria capaz de hacer viables las reformas e inversiones sociales prometidas en su gobierno.
En materia de violencia y seguridad nos deja con 6 conflictos armados no internacionales que -en lo que va de 2022- dejan una (1) masacre cada 3.5 días; una creciente atomización y dispersión de grupos armados capaces de reciclar viejos repertorios de violencia; una institucionalidad de “paz” paralela a la pactada en el Acuerdo Final de Paz y diseñada para obstaculizar el cumplimiento de lo pactado en la Habana; más de 3 centenas de firmantes de paz asesinados; una cadena de narcotráfico que produce más cocaína con menos plantas de coca y vincula en su nómina a embajadores y oficiales de la fuerza pública; el segundo lugar en el ranking global de crimen organizado (2021); un Sistema Integral de Verdad, Justicia Reparación y No Repetición desfinanciado y que funciona sorteando obstáculos de todo tipo, incluyendo al jefe de Estado y su partido, claro está.
Y no se trata sólo del desastre que deja, sino del desastre que está programando para que explote bajo el gobierno de Gustavo Petro. Tal y como lo manifesté en otra columna unos meses atrás (¿Ruido de Sables?), para la élite política y económica -que gobierna en cabeza de Duque- no era tan rentable un Golpe Militar, como sí lo es dejar minado el terreno para obligar a Gustavo Petro a gobernar en medio de un contexto “ingobernable”, haciendo lo imposible para llevarlo a incumplir con las expectativas generadas.
Y esto, al parecer, lo está haciendo de al menos tres maneras. Por un lado, el gobierno saliente se la ha jugado por obstaculizar y/o “ralentizar” las acciones que el nuevo gobierno debe tomar en el corto plazo (primer año) si desea lograr reformas estructurales en el país; y lo hace a través de maniobras presupuestales que comprometen vigencias futuras y desfinancian entidades y agencias que serán claves, como la Agencia Nacional de Tierras, cuyo presupuesto de inversión para 2023 se redujo un poco más del 30%. En segundo lugar, está haciendo lo posible por garantizar que sus fichas políticas queden atornilladas haciendo oposición desde entidades como la Contraloría General, la Fiscalía General, el cuerpo diplomático, la Junta Directiva de Ecopetrol, los miembros y asesores de la Comisión de Regulación Energía y Gas (CREG), entre otras. Y por último, el gobierno saliente parece empeñado en una campaña contra la Paz Total. No sólo la amenaza de Paros Armados en amplias zonas de la geografía nacional y el desarrollo de “Planes Pistola” contra la Policía Nacional se desarrollan ante la mirada pasiva de Iván Duque, como si ya se hubiese ordenado un “plan tortuga” para hacer insostenible la seguridad y el orden público; sino que también se han hecho enormes esfuerzos por dificultar futuras conversaciones de paz y/o procesos de sometimiento a la justicia.
Todo lo anterior sin mencionar la bochornosa bacanal que el gobierno saliente está haciendo con los recursos de todos. Bacanal que incluye esquemas de seguridad vitalicios para sus mejores amigos y piruetas vocacionales como la de Rafael Guarín que pasará de ser el Alto Comisionado para la Paz a Notario 67 de Bogotá. Pero bueno, esto ya no hace parte de los cálculos políticos de su sector de clase, sino de su marcada tradición parasitaria.
Así las cosas, conviene recordar que la tarea de cambiar a Colombia no será sencilla, por eso es importante moderar nuestras expectativas, sin perder el optimismo, claro está. Al fin y al cabo éste gobierno no podrá desenredar en cuatro años lo que sucesivos gobiernos se han encargado de enredar durante muchas décadas.
Moderar las expectativas y no ser simples espectadores son una buena combinación para llevar a buen puerto la apuesta de cambio estructural que llevó al Pacto histórico a la Casa de Nariño. Y cuando digo “no ser simples espectadores” me refiero a que en estos cuatro años la ciudadanía no tendrá que volcarse a la calle para impedir reformas regresivas, sino para exigir y respaldar la implementación de las reformas prometidas.
Sea la oportunidad para recordar al pensador italiano Antonio Gramsci cuando decía que era importante actuar con “el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”, sobre todo ahora que una coalición de sectores sociales y populares se aprestan a gobernar por primera vez en la historia, enfrentando el reto de construir algo nuevo sobre las ruinas que van dejando 20 años de hegemonía uribista.
Así que, cuando el partido político de Iván Duque y la élite que él representa, dediquen su agenda diaria a señalar “lo mal que está Colombia bajo el gobierno del Pacto Histórico”, valdrá la pena recordarles la anécdota en que un oficial Nazi visitó el taller de Pablo Picasso en París y, detenido ante el Guernica, le preguntó al pintor:
– “¿Usted ha hecho éste desastre?”, a lo que Picasso contestó:
-¡No, éste desastre lo han hecho ustedes!