Las demandas son históricas porque la violencia ha sido histórica.
«Enfermedad de wawamia» dice el jaibana preocupado por el suicidio progresivo de los jóvenes de su comunidad. Y es que desde el 2010 el contexto del suicidio en pueblos indígenas prende las alarmas, tanto así que para el año 2012, UNICEF saca un informe con 3 casos emblemáticos a nivel latinoamericano sobre este fenómeno: los guaraníes en Brasil y Paraguay, la nación Awajún en el noroeste peruano y la familia embera en el contexto colombiano.
Estas denuncias hicieron eco en organizaciones defensoras de DDHH, Médicos Sin Fronteras y asociaciones de autoridades tradicionales. Un punto de quiebre -a mi parecer- para el caso colombiano, fue el proceso de investigación sobre los impactos de la violencia sociopolítica y el conflicto armado sobre los daños al territorio y a la noción de armonía, tan vital para el ecosistema de saberes y modos de vida de los pueblos originarios. Trabajos como el de la profesora Zulma Urrego (2017, 2018), abordan cómo los procesos sociohistóricos y de determinación social influyen en las formas de malestar, entre ellas el suicidio, no sólo en el puebolo embera sino también en otros territorios como en el Gran Resguardo del Vaupés, que al día de hoy tiene la tasa de suicidios más alta del país.
Las demandas son históricas porque la violencia ha sido histórica.
Trabajos importantes como el de Andrés Londoño (2021) sobre el suicidio en los embera eyabida, hablan de la complejidad sociológica y estructural, del avance de la colonialidad y las crisis ecosistémicas, existenciales y civilizatorias que enuncian el malestar y el suicidio como resultado de la fractura con lo tradicional, los sistemas de pensamiento y de representación del mundo.
Es así, que desde la pandemia y en el marco del recrudecimiento de las acciones armadas en Chocó, no sólo hubo una aislamiento preventivo sino situaciones claras de confinamiento armado, desplazamiento forzado y graves denuncias de violaciones a los DDHH. Dando como resultado un aumento en el suicidio de los pueblos wonaan, embera dobida y eyabida.
«La enfermedad por Jai se relaciona con la desarmonización del territorio, producto de un maleficio lanzado por una persona de corazón y pensamiento malo o por la destrucción de un lugar sagrado (…)» afirma Londoño en su trabajo.
Las demandas son históricas porque la violencia ha sido histórica.
En el tomo ‘Sufrir la guerra, rehacer la vida» del Informe Final de la Comisión de la Verdad, se aborda un capítulo entero sobre los impactos del conflicto armado en la salud mental. Un apartado, especifica cómo suicidio se convierte en un desenlace del sufrimiento y cómo los pueblos indígenas han vivido abordan esta problemática desde el ejercicio narrativo y de denuncia. A su vez, el informe «Tiempos de vida y muerte. Memorias y luchas de los pueblos indígenas en Colombia» del Centro de Memoria Histórica y la ONIC, abordan los elementos estructurales del daño al territorio y la noción significante de la desarmonización a nivel individual, colectivo y transgeneracional.
Esto último, trae la noción del trauma histórico, como un procesos acumulativo y potente de desarticulación del tejido social, de la relación con el territorio, del daño a los planes de vida y, en últimas, de la configuración del sufrimiento social y psíquico que se traduce en la muerte por mano propia o en las representaciones del suicidio, como también del espectro de lo autolesivo.
Las demandas son históricas, porque la violencia ha sido histórica y las respuestas, al parecer, siguen siendo las mismas: más violencia.
Referencias
– Londoño Deossa, A. J. (2021). El» suicidio» en indígenas Êbêra Eyábida o el adelantarse como forma propia de enunciación.
-Urrego-Mendoza, Z. C., Bastidas-Jacanamijoy, M. A., Coral-Palchucán, G. A., & Bastidas-Jacanamijoy, L. O. (2017). Narrativas sobre la conducta suicida en pueblos indígenas colombianos, 1993-2013. Revista Facultad Nacional de Salud Pública, 35(3), 400-409.
-Urrego-Mendoza, Z. C. (2018). El suicidio de indígenas desde la determinación social en salud. Revista facultad nacional de salud pública, 36(1), 55-65