El trasfondo inconsciente de esta machacona sentencia, el mandato que esconde es que “todo lo del pobre debe serle robado… ¡a por ello!”.
Este periodo presidencial era el cuartico de hora para la Universidad Nacional. Todo estaba dado, los planetas estaban alineados par tener finalmente —luego de tantas consultas a la comunidad universitaria olímpicamente desatendidas por los gobiernos de turno—, un rector y unas directivas que agenciaran los cambios que ella y el país necesitan, que la rescataran del lugar al que la quieren reducir: coto de caza para lucrarse con su privatización, la inequidad, la discriminación y el divorcio frente a las necesidades del país.
Sin embargo, si acariciábamos ya el inicio de este proceso de cambio —ahora sí, con este gobierno no nos podrían arrebatar la rectoría—, este grupo privatizador siguió su imperativo: “¡a por ello!”. Lo que me parece importante subrayar es que en ese acto hicieron gala de lo que es su norma en la universidad, de cómo la conciben y la utilizan, de la forma como se sirven de la ciencia, como instrumentalizan el conocimiento para su beneficio, en detrimento de la discusión, de la participación, del debate de ideas y programas, de la democracia, de los sujetos y de la sociedad; para silenciar a los demás, objetivarlos e imponer su particular interés. Es justamente esa confrontación lo que está en juego en la universidad. Como lo explica la congresista Jennifer Pedraza en este video, utilizaron la astucia de “dónde está la bolita”, que reúne la habilidad del calanchín, con un poco de saber matemático: se sirvieron de la teoría de juegos para manipular y excluir a un candidato y al sentir mayoritario de la universidad:
“La cifra por sobre la frase… ¡A callar!, nosotros seguimos nuestro festín, a pesar de la comunidad”.